—Un astronauta llora porque extraña a su pequeña hija, las lágrimas flotan como satélites alrededor de su cabeza; debajo de él, giran los continentes con enorme rapidez y camina sobre el mundo insatisfecho. En la tierra, un director lidera con el piano la orquesta, cierra sus ojos dejando que Bach lo consuma, y en los laberintos centenarios de su música no encuentra salida; las butacas repletas presencian como su mano despeina las partituras, todos los músicos se detienen; el director sabe que es el final de su carrera y llora. Más al norte, en Washington, Carmen, abandonada por su esposo y por todo, estruja a sus tres hijos contra ella, brindándoles como aislador del frío la propia carne que le arde por el hielo de la acera, y llora. Allá en el trópico, una niña descubre su naranja en el suelo cubierta de hormigas, y por primera vez en su vida llora en silencio.
—¿Y?
—Pues ya…eso es todo.
—Le falta, tenés mucho y nada, además, ¿por qué cuatro historias?
—¿Todos lloran cierto?
—Si.
—El dolor se convierte en agua.
—Querés meter todo en una bolsa.
Mariza tenía mucha cosa en la cabeza, algo que no le impidió ser sincera conmigo; continuó dando los últimos toques de pintura al cuarto que Ramses, nuestro amigo pianista, iba a ocupar. Mariza en acuerdo con Carlos, su esposo, habían decidido alquilárselo. Una hora más tarde en el mismo cuarto, los tres sonreíamos frente al sintetizador, la tabla de salvación que mantenía a Ramses flotando en un océano lleno de fantasmas, los mismos que contestaban cada vez que le preguntaba ¿como estás?
—Sobreviviendo, viejo sobreviviendo— decía.
Él carga con un saco repleto de música, y qué música; algo que yo nunca había oído. Su manera de tocar es carne viva; un jazzmen que quiere imponer lo suyo. Ramses se dedicó a desperdigar talento por todos los clubes de Dallas, adonde la regla general es de cinco, máximo, diez oyentes. Tristísimo para cualquier músico y abominable para un genio; por eso supo que no tenía sentido seguir desbaratándose la paciencia en lugares donde le exigían bajar el volumen apenas había comenzado, y muchas veces, hasta le insinuaban, que agradeciera el tener lugar adonde tocar. La verdad, aquí no es fácil para el jazz; una noche de karaoke, un partido de fútbol americano, o simplemente una turba de borrachos encaja mejor. Hacía poco Ramses se propuso ganarle al tiempo, y consideró que lo único eficaz era dedicarse a practicar; para eso le bastan sus audífonos conectados al teclado, un banco y las cuatro paredes que Mariza le alquiló. Cerca de su ventana oigo el golpeteo de teclas mudas y me cuesta imaginar que aquello sea música; el jazmín que Carlos plantó bajo la misma ventana se huele fuerte; quiero anotar en mi libreta pero no sale nada, enseguida despego la camiseta del pecho jalándomela con tres dedos; por fin el verano esta aquí.
Miro la piscina, meto los pies, rodillas, cintura, y me dejo tragar completo por ella. Suelto burbujas sentado en el fondo. Arriba de mi, una pantalla plateada desdibuja los árboles, la ingravidez me calma y el tiempo se detiene; los sonidos de afuera me llegan descodificados, me doy cuenta la falta que me hacía esto, esperar el otoño y el invierno es demasiado, ay…que fuera verano siempre, como allá en las blancas playas que abandoné hace años, adonde mi fanatismo por el agua crecía incontrolable. Bucear me llena de vida, también de muerte, muerte que avanza por mis pulmones, forzando a la bocanada resucitadora, resisto, el corazón lo siento hinchado, reclamando oxígeno, pero sigo negándome, alargando mis limites, con los ojos abiertos aunque me duelan, estoy aquí y en ninguna otra parte, a eso me obliga el agua, a pertenecer exclusivamente a ella, entonces se suspende mi existencia, me vuelvo un espectro, talvez muero por unos segundos, ya no aguanto… salgo y vuelve la vida.
Las altas temperaturas en pocas semanas rompieron récords y cobraron vidas a lo largo de varios estados incluyendo este; se mueren los indigentes, se mueren los bebes encerrados en los carros, se muere el césped de los jardines por culpa de racionamientos en el agua; difícil creer que este calor que combato con la sombra y una cerveza sea mortal.
En la piscina Ruth, hija de Carlos y Mariza, va y viene estilo mariposa; hace seis meses le propuse que fuéramos pareja y nada, prefirió en cambio los encantos de Ramses. Al principio noté que los dos evitaban ser cariñosos frente a mi, lo agradecí, pero en semanas todo quedó olvidado y yo con la cosa más que asumida. Me zambullo, hacemos muecas bajo el agua, competimos, nos dosificamos con más cerveza. Ahora recuerdo porqué Ruth me gusta tanto, cuando estoy con ella me da seguridad, me simplifica y me aterriza, ella no edifica fortalezas desde su innegable belleza, que pudiendo ser este su defecto, yo perdonaría como lo he hecho con otras mujeres, belleza y cerebro, eso es Ruth. Descanso mis brazos en una esquina de la piscina, Ruth sale y se pierde en la casa. Como no te puedo acariciar con mis manos, lo hago con los ojos y mis recuerdos, esa zona adonde nunca te me niegas. Al rato aparece sonriente con una cámara desechable que dice waterproof, la deposita en mi mano, tira una silla al agua y después se lanza tras ella. Dos metros abajo Ruth intenta sentarse en la silla, me sumerjo y le tomo algunas fotos. Repetimos la maniobra varias veces hasta darle fin al rollo.
Lunes 27 segundos, miércoles 44 y sábado 56; voy mejorado mis tiempos bajo el agua, la clave de mi éxito: mantenerme nadando sin parar. Arranco siempre por la parte menos profunda, avanzo rastrero, levantando un polvillo vegetal del fondo que se arremolina con el movimiento de mis manos, las burbujas suben y estallan arriba. Ahora comienza el declive hacia lo más profundo, de vez en cuando raspo el piso con mi estómago. Nado siguiendo el perímetro y acumulando presión en mis oídos. Que será quedarse en esto para siempre, atrapado, como las carpas exhibidas en la entrada del restaurante chino, al que iba con mis amigos del colegio; mi adolescencia, que lejos. En el fondo está la silla, la rodeo, la veo, esperando encontrar algo, por ejemplo una historia, una sola que pueda reemplazar las otras cuatro, la siento pero se esconde, se disfraza de agua, huye sin que yo lo sepa, y me quedo solo, rodeándola.
Mariza es la que pasa más tiempo en la piscina cuando no esta pintado. Sigue con la cabeza llena de cosas, mas ahora que lucha con los finales en la escuela de bellas artes. Su meta consiste en pintar jazz, y para lograrlo gasta horas hablando con Ramses.
—Estoy tratando de pasar el ancho, largo y altura que tiene la música a la tela, la idea no es mía, anteriormente otros lo han hecho. Es pura matemática como dice Ramses; decíme, ¿podés entender eso?
—¿Qué?
—Que la música sea pura matemática.
—No es que no lo entienda, es más bien que no me gusta pensar la música en esos términos, con la matemática nunca me he llevado bien, y con la música me pasa todo lo contrario, puro amor, pero todo ese amor cabe dentro un pentagrama. Además no creo que te esté aclarando nada, ¿cuantos libros de teoría de la música te has tragado?
—Ya perdí la cuenta. Cuando la cosa se me complica es cuando pienso en un Paco de Lucía, que hasta cuando estuvo viejo aprendió a solfear.
—Hay unos que vienen con extras de fábrica.
—¿Resolviste lo de tus historias?
—No sé.
Carlos cortó el jazmín porque ya no olía; Ramses voló a Turquía para formar parte del proyecto de Misirli Ahmet, Mariza se graduó con honores, y las fotos que le tomé a Ruth están guardadas en su gaveta; yo y mis cuatro historias, no sé.
Saco una hoja seca que flota en la piscina y el frío…entumece mis dedos.
Este cuento es resultado del Taller Literario impartido por Hernán Isnardi, director de la revista literaria "La máquina del tiempo".
5 comments:
Ayer vi una exposición del agua de carteles japoneses que decia SAVE WATER,hoy leo tu cuento,AGUA,que letra a letra, como lluvia,tocó mis sentidos,y SI DEJAS FLUIR DESCUBRES COMO FUNCIONA. Gracias por estos regalos para el alma, un beso.
Nacho: Me gusta mucho el ritmo que tiene, la cadencia.
La descripción de detalles no interrumpe, al contrario.! Igual que en la música podrían ser los silencios que dan coherencia a las melodías.
El protagonista tiene un sabor de fondo, un dejo de insatisfacción, pero no se regodea en él, ni se martiriza. POdría pensarse como un signo de claro optimismo, narrado desde el fondo de la piscina casi sin oxígeno.
Brillante como siempre.! Te mando un abrazo agradecido, por compartir tus letras.
Queria sacar un tiempo de paz dentro de tanto ajetreo para leer tu cuento y me encanta haberlo encontrado por fin...
En una historia con tonos de tristeza lograste trasmitirme esperanza...esperanza de que la vida sigue, de que todo pasa, de que todo es..
Gracias por compartirla y dejarla dando piruetas en mi cabeza, me encantó. Un abrazo
Nacho,
Esta historia estube buenisima.
Poesia como esta ya no se encuentra en todos lados.
-Fredo
Primo, disculpa que hasta ahora lea tu historia. Esta interesante, me parece que el protagonista debería dejar de ahogarse en sentimientos y dejar que estos floten,buscar serenidad fuera del agua y no esconderse en si mismo para que sea feliz, me transmitio soledad y tristeza, confusion con el mundo pero no con él.Te lo digo porque asi lo senti. Gracias por compartirla te quiero mucho, un beso mi chiquito.
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