Muchas veces he disfrutado una nueva película que ya había visto, leído libros desconocidos y manoseados por mi pobre memoria, o me he sorprendido ante una pintura, después de haberla contemplado muchas veces, y entonces la sensación de haber perdido el tiempo me sube igual que la espumosa marea, y cómo recuperarlo ahora, sabiendo que debo releer todo para poder burlar las trampas de mi entendimiento. Será que un buen libro bastará, uno solo, de esos que son un revoltoso mundo que se reacomoda, que se tuerce, y que cada vez que se le mira dice cosas diferentes, que se ríe y llora, un engendro y un dios al mismo tiempo. Estoy sufriendo el desengaño de creer haber comprendido a mis héroes, que con humildad, a pesar de mi estupidez, siguen a mi lado, esperándome en la biblioteca que he armado bajo la tutela de mi esnobismo. Esos héroes los convertí en burdas banderas que se disputaron la pared en mi salón de la fama, con otras que ahora estarán desintegradas y contaminando como basura. Pero, no todo está perdido, porque los gérmenes del arte son inmunes inclusive a las más viles pretensiones humanas, sino, cómo explicar mi toma de consciencia, cómo entender que a pesar de haberlos maltrato por años, sea yo recompensado con la felicidad de lo inmaterial; y más aún, atreverme bajo su nombre, a sospechar que estoy escribiendo, si Sócrates, que dedicó su vida al pensamiento, nunca se sintió digno de hacerlo, entonces yo no tengo pretexto, de mi parte todo es puro atrevimiento. Como quien golpea a una bella mujer que vuelve obediente a su verdugo, así me siento, avergonzado de odiar y despreciar al mismo tiempo. No descarto sin embargo, que ella ya se haya revelado, y esté a punto de cobrarme los sacrificios que otrora de mi parte sufrió, y contra eso, solo la cara puedo dar, obligado también, a la desesperación que provoca lo inalcanzable de su naturaleza, que espera, como una flecha tensa entre el arco y la cuerda, apuntándome siempre el alma. Esta amenaza es necesaria, igual que el hierro hirviendo en la sangrante herida. El arrepentimiento no sirve sino lo trasciendo, sino lo convierto en materia para la reconstrucción de mis ruinas, aunque después de hacerlo resucite dudoso y con una derrota por esperanza, no importa, eso es suficiente para salvarme del olvido propio, que es peor que el de los otros. Dudo ser mejor persona, ni le atribuyo más eficacia a mi pensamiento, de lo que estoy seguro, es de haber reconocido en el arte una meta quimérica que se aleja más en cada intento, anclándome al presente con el peso de una ilusión eterna, en otras palabras, adoptando lo interminable como proyecto.
Abstracción, compresión y descompresión.
Cuando atravieso por primera vez un paisaje, su totalidad envuelve toda mi atención, el cielo, las montañas, las llanuras y el camino, son monolíticas realidades, gigantes columnas que sostienen esa imagen que he bautizado “mundo”. Basta recorrer el mismo paisaje una segunda vez, para observar como su propiedad unitaria se fracciona, revelando nuevas capaz y contenidos; las casas que pueblan, la vegetación y el clima, ahora pasan a primer plano. Con un tercer paseo quedarán al descubierto más detalles, los individuos que pueblan las casas, el color y texturas de la vegetación o el efecto que tenga el clima en los sentidos, y así, hasta crear una perspectiva dimensional que se sucede hacia el infinito.
Cuando atravieso un producto artístico, igual que el paisaje, ocurre que la obra se niega a entregar toda su magia en un primer intento. El presentimiento es de encontrarme ante un misterio, ante una poderosa alusión, uno de los recursos indispensables para comprimir información.
Los sentidos entonces funcionan igual que herramientas para descompresionar información, como si anduviéramos abriendo llaves de donde brota un oxígeno revelador que traza mapas y conexiones posibles e imposibles.
Esta reflexión obedece al consejo del maestro Hernán A. Isnardi, director de la revista de literatura La Máquina Del Tiempo, sobre la necesidad de la relectura para redescubir textos, una práctica sana y necesaria cuando de obras de arte se trata.